jueves, 12 junio 2025

De la malvasía al Guinness: brindis de Lanzarote e Irlanda en un festival gastronómico

 

Fotos Elpejeverde.com. Todas de hoy en Dublín.

S.Calleja

 

 Dublín, 10 de junio de 2025. El mediodía encuentra al equipo de Elpejeverde.com aterrizando en el aeropuerto de Dublín( en realidad soy sólo yo pero como si Pedro también me acompañara), procedente de Lisboa tras un vuelo de unas 2 horas y 40 minutos (sin diferencia horaria). Venimos con tiempo, dos días antes de la inauguración oficial del festival Taste of Dublin, prevista para este jueves, dispuestos a realizar una cobertura más profunda y original. A través de la ventanilla del avión, la Isla Esmeralda nos recibió con prados infinitos salpicados de árboles centenarios. En el aire fresco de la capital irlandesa ya se percibe una anticipación festiva: Merrion Square se prepara para convertirse, del 12 al 15 de junio, en el epicentro gourmet del país.

 

Taste of Dublin es uno de los grandes eventos gastronómicos de Irlanda, una cita anual donde convergen chefs célebres, restaurantes punteros y productores artesanales locales. Este año, España vuelve a tener un papel protagonista en el festival: la Oficina Española de Turismo y la plataforma Saborea España han traído de nuevo a Dublín la experiencia Tasting Spain, un pabellón destacado que exhibirá la riqueza culinaria de varias regiones españolas. En este espacio, los visitantes podrán degustar vinos atlánticos, aceites de oliva virgen, quesos curados y tapas de distintos rincones de España, descubriendo en particular la gastronomía de Lanzarote, junto a la de Gran Canaria, Zaragoza y Cambrils. Cada día se han programado talleres, catas y demostraciones en vivo para dar vida a lo mejor de cada destino.

 

En el caso de Lanzarote,  ha asumido su participación en Dublín como una misión de orgullo culinario. Saborea Lanzarote, la marca gastronómica insular, enviará a algunos de sus mejores representantes para conquistar paladares irlandeses. Al frente está el chef Yeray Gil, oriundo de Playa Blanca, quien tras formarse durante cinco años en la alta cocina de Londres retorna como embajador de los sabores conejeros. Gil protagonizará una exhibición culinaria el jueves en el escenario principal del festival, donde mostrará técnicas y recetas lanzaroteñas a un público internacional. Junto a él, otros cocineros y productores de Lanzarote ya ultiman detalles en el stand español: se descargan cajas de vino de malvasía volcánica, se alinean los tarros de mojo y se colocan con mimo productos traídos de la isla – desde quesos de cabra curados al viento seco  hasta sales marinas de Janubio.

 

¿Qué delicias ofrecerá Lanzarote en Irlanda? El menú insular preparado para Taste of Dublin promete ser un viaje por los paisajes y la historia de la isla a través del paladar. Habrá pulpo de La Graciosa, frito al estilo tradicional, servido sobre papas bonitas  y aderezado con sal marina . También se presentará el cazón en mojo hervido cocinado en salsa de mojo rojo, acompañado de un cremoso puré de batata de jable . Para mostrar la versatilidad de la cocina canaria, Saborea Lanzarote ofrecerá una original ensaladilla de batata con encurtidos y atún, reinterpretación de la clásica ensaladilla rusa donde la batata insular sustituye a la papa común, aportando un matiz dulce . Y como broche innovador, un sorprendente  “mar y tierra” conejero: un plato que entrelaza cochino negro ( autóctono canario) guisado lentamente con  chícharos (arvejas) y jugosas gambas de La Santa, combinando en una sola creación la esencia terrestre y marina de Lanzarote.

Para muchos asistentes irlandeses, los sabores de Lanzarote no serán del todo desconocidos: nosotros nos hemos  convertido en destino predilecto de los irlandeses, y no son pocos los dublineses que han probado un mojo picón auténtico bajo el sol de Puerto del Carmen. Ahora, sin salir de casa, podrán reencontrarse con esos recuerdos gustativos y descubrir matices nuevos.

 

Cuando se habla de gastronomía, Lanzarote e Irlanda pueden parecer universos distintos: uno, paisaje volcánico de tierras negras; otro, praderas esmeralda bañadas por la lluvia. Sin embargo, sus cocinas comparten más vínculos de lo que a simple vista se intuye. Ambas son culturas isleñas que han creado sabores intensos a partir de recursos humildes y entornos desafiantes. Un ejemplo emblemático es la papa. Este alimento, llevado desde América a Europa en el siglo XVI, arraigó con fuerza tanto en Canarias como en Irlanda. En Lanzarote la llaman papa y la elevan a delicatessen en forma de papas arrugadas con mojo, hervidas en agua salada hasta quedar blanditas y cubiertas de costra salina; en Irlanda es la célebre “potato”, base histórica de la dieta campesina, presente en casi todos sus platos reconfortantes, desde el estofado irlandés hasta el colcannon (puré con col rizada). La papa ha nutrido a ambas islas en épocas de abundancia y de penuria, convirtiéndose en símbolo de su resiliencia.

También el mar ha dictado el sabor de estas tierras. Lanzarote extrae de las aguas atlánticas especies singulares: pescados autóctonos como la vieja o el cherne, pulpos , mariscos como las lapas y camarones que se sirven con mojo verde. Irlanda, por su parte, vive volcada al océano con sus ostras, mejillones, salmones y bacalaos del frío Atlántico norte, protagonistas de sopas como el seafood chowder o de un buen fish and chips. El océano une a estos pueblos en sus sabores: es el mismo mar, con distinta temperatura, regalando alimentos que cada cultura prepara a su manera. No es difícil imaginar un paralelismo gastronómico: así como un irlandés disfruta un estofado de pescado ahumado en una taberna costera, un canario saborea un caldo de pescado con gofio en un puerto de Lanzarote; ambos platos reconfortan el cuerpo y el alma frente a la brisa marina.

 

En el apartado de quesos y lácteos, las similitudes también afloran. Lanzarote, tierra árida, cría cabras que dan una leche rica con la que se elaboran quesos de cabra intensos, a menudo curados al aire seco de la isla hasta concentrar sabores salinos y profundos. Irlanda, tierra verde, cría vacas en sus pastos húmedos y produce mantequillas doradas y quesos cheddar añejos, cremosos y contundentes. En ambos casos, el queso es más que un alimento: es una expresión  del ingenio isleño para conservar la leche.

Y si de brindis se trata, cada isla aporta su espíritu. Lanzarote ofrecerá en Dublín sus afamados vinos de malvasía volcánica: caldos dorados y aromáticos, nacidos de viñas retorcidas que crecen en hoyos de ceniza negra protegidas por pequeños muros . Estas uvas, que sobreviven contra viento y marea en La Geria, producen vinos dulces e intensos que siglos atrás deleitaron a europeos ilustres –no en vano, los antiguos Canary wines de malvasía fueron tan codiciados en Inglaterra e Irlanda que hasta Shakespeare los mencionó con elogio en sus escritos. Irlanda, por supuesto, pondrá el contraste con sus propias bebidas emblemáticas: las cervezas stout de color ébano coronadas de espuma cremosa, y el whiskey irlandés destilado tres veces, suave y malteado. En el festival, estos mundos líquidos quizás se encuentren: un visitante podrá pasar de una copa de malvasía conejera, dulce como una trucha de navidad, a un sorbo de cerveza negra dublinesa, robusta como una noche invernal en Temple Bar. Lejos de competir, son sabores que se realzan mutuamente, recordándonos que la gastronomía es un lenguaje universal donde las notas volcánicas y las notas celtas pueden dialogar en armonía.

 

 

Más allá de los ingredientes, Lanzarote e Irlanda comparten historias insulares paralelas, marcadas por la distancia del continente, la dureza del entorno y el espíritu  de su gente. Ambas han sabido transformar la adversidad en identidad. Irlanda sufrió en el siglo XIX uno de sus episodios más trágicos con la Gran Hambruna de la papa: la enfermedad de ese cultivo básico provocó escasez y la emigración masiva de millones de irlandeses buscando futuro al otro lado del océano. Lanzarote, salvando las distancias, también conoce de penurias históricas: aislada en medio del Atlántico, fue azotada por erupciones volcánicas devastadoras (como las de Timanfaya entre 1730 y 1736 que cubrieron de lava un tercio de la isla) y periodos de sequía y escasez que empujaron a muchos isleños a probar suerte lejos de casa. Si los irlandeses zarpaban hacia América o Australia, no pocos lanzaroteños partieron en los siglos XIX y XX rumbo a Cuba, Venezuela o otras tierras de promisión, llevando consigo sus apellidos, sus canciones y sus recetas.

 

 

Esa cualidad de pueblos viajeros también propició curiosos intercambios culturales. En las Antillas caribeñas aún pervive la huella canaria en platos criollos que descienden de potajes isleños, del mismo modo que la influencia irlandesa se extendió por la cocina de Estados Unidos (pensemos en el corned beef y el repollo del Día de San Patricio). Incluso en Canarias hubo presencia irlandesa histórica: se sabe que comerciantes británicos e irlandeses apreciaban los vinos canarios, y algunos se establecieron en las islas durante los siglos XVIII y XIX para gestionar el lucrativo comercio del Malvasía. Estas conexiones tempranas hicieron que productos de Lanzarote viajaran a mesas de Dublín y viceversa. Hace tres siglos, un anfitrión en algún salón de Irlanda bien podía agasajar a sus invitados con un vino dulce de Canarias; hoy, en un giro del destino, es Irlanda quien recibe los manjares de Lanzarote en su propio hogar.

 

Culturalmente, ambos pueblos han desarrollado una rica identidad insular. Los irlandeses, con su legado celta, sus leyendas de duendes y sus baladas melancólicas, forjaron una nación única a pesar de invasiones y obstáculos. Los conejeros (gentilicio popular de Lanzarote), con su herencia guanche y española, moldearon su carácter al calor de los volcanes y la soledad oceánica, creando expresiones artísticas singulares y un profundo respeto por la tierra. Si Irlanda enarbola el trébol y el arpa céltica como símbolos, Lanzarote exhibe con orgullo los dedos petrificados de lava de sus paisajes y la obra de César Manrique, artista que sintetizó tradición y modernidad para preservar la isla. El orgullo de ser isleños late en ambos lugares, manifestándose también en la mesa: en Irlanda persiste la costumbre de reunirse en torno a un buen Irish stew o una taza de té con scones, celebrando su identidad; en Lanzarote las romerías y fiestas locales siempre acaban entre sancocho de pescado, vasos de vino malvasía y canciones al son del timple. Cada bocado compartido es un recordatorio de quiénes son y de dónde vienen.

Hoy, esas dos historias insulares convergen en Dublín. Irlandeses y conejeros se encuentran y se reconocen en la sonrisa del otro, comentando quizás cuán curioso es que un pueblo tan verde y otro tan volcánico puedan sentirse tan cercanos. “Al fin y al cabo, todos somos isleños del Atlántico”, me decía esta tarde un integrante de la delegación lanzaroteña, trazando un puente imaginario entre Lanzarote e Irlanda. Y es cierto: separados por miles de kilómetros pero unidos por esa condición de vida rodeada de mar, ambos comparten una comprensión mutua hecha de hospitalidad, trabajo duro y alegría sencilla. El festival ofrecerá un escenario para celebrar esa hermandad: cada tapa de pescado, cada brindis de cerveza o vino, cada melodía folclórica que suene, será un homenaje a las raíces compartidas y el respeto mutuo entre dos culturas que el destino ha vuelto a reunir.

Cuando caiga la tarde del jueves y se inaugure oficialmente el festival, Dublín se llenará de música, risas y aromas; entre ellos, asomará el sabor a mar y lava de Lanzarote, integrándose en la sinfonía culinaria irlandesa como un instrumento exótico pero familiar. Esta crónica es apenas el inicio de la aventura. En los próximos días, Elpejeverde.com publicará cuatro entregas desde el corazón de Taste of Dublin, retratando momentos inolvidables: desde la magia del Día Mundial de la Tapa celebrado el viernes con nuestros chefs españoles, hasta las impresiones del público al probar un guiso de pescado con gofio por primera vez. Hoy hemos tendido el contexto y los lazos históricos; mañana viviremos la experiencia en directo. Prepárense para viajar con nosotros en cada lectura: seremos sus ojos, oídos y paladar en este encuentro de dos islas hermanas. Cuando un vino volcánico de Lanzarote y una cerveza irlandesa choquen sus vasos en un brindis fraternal, sabremos que este festival habrá cumplido su cometido de unir mundos a través del sabor. ¡Sláinte agus salud! (¡Salud y salud!).

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