Veinte años de guerra y un presupuesto en llamas: la invasión de la vinagrera que coloniza cuentas públicas
S.Calleja
Un viaje narrativo a través de la lava, la ciencia y la calle para decidir qué hacemos con una planta que ya lleva un siglo echando raíces en Lanzarote.
«Aquí solo había rofe, ceniza y silencio; hasta que la calcosa empezó a puntear de verde el negro antiguo».
—Marta, guía‐intérprete del Parque Nacional, 06:15 h.
La roca que recuerda
Timanfaya amanecía igual en 1730: crujiente, ardiente, intacta en su desolación. Entonces ni cabras ni camellos ni turistas; solo lava que parecía vetar cualquier color que no fuera el del hierro. Cien años más tarde la calcosa (Rumex lunaria) —traída en los años treinta «para dar de comer al ganado»— colonizaba ya el 60 % del parque y un 18 % de la superficie sigue hoy en “zona roja” de actuación preferente. El Periódico de Lanzarote
Veinte años de lucha… y dos millones de euros
«Han sido veinte años de cuadrillas, palas y sudor», confiesa Rafa Paredes, biólogo al frente de los trabajos de restauración. Solo el contrato vigente con Tragsa roza los dos millones hasta 2026, y aun así la calcosa resiste en laderas imposibles.
«¡Basta de arrancar plantas!» — la voz anónima de la calle
Un lector airado comenta en redes:
«La biología de la invasión es pura ideología. Si no tendríamos ni gofio sin especies foráneas, ¿por qué tanta obsesión con la pureza del Heimat?»
Otro ex-guía turístico le replica:
«Se gastan dinero desde hace tres décadas para nada. ¡Déjenla quieta, es evolución!»
Las réplicas cruzadas encienden foros y sobremesas.
La ciencia que barre a favor de la retirada
Frente a esa indignación espontánea, María Bernardos, bióloga, advierte: «Las carreteras alfabetizan a la calcosa; cada vez que despejamos los márgenes abrimos puerta a más invasoras». El Periódico de Lanzarote
Manuel Miranda, técnico de RedEXOS, recuerda números crueles: «Las exóticas explican el 60 % de la pérdida de biodiversidad global y en las islas sube al 90 %». Gobierno de Canarias
Plan B: un hongo que mata sin dinamita
En la Universidad de La Laguna, el profesor Raimundo Cabrera investiga el hongo canario Septoria sp.; podría actuar como micoherbicida “blando” en una estrategia de control integrado. Falta medir su eficacia real… y su precio.
¿A qué renunciamos cuando elegimos?
Con los 500 000 € que cada año devora la erradicación se podrían instalar diez estaciones meteorológicas rurales, aislar cincuenta viviendas frente a olas de calor o restaurar cinco aljibes históricos. «Cada euro tiene huella; si lo gastas en calcosa, no en adaptación climática», resume la economista ambiental Claudia Melián.
El dilema ético y la grieta social
«O salvamos la biodiversidad o salvamos la caja de la compra», se lamenta un ganadero de Tinajo.
«Sin paisaje nativo no hay turismo… sin turismo no hay isla», responde una camarera de Yaiza.
Entre magua y esperanza, la discusión salta de mercados a paradas de guagua.
Futuro: dos puertas abiertas
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Erradicación intensiva: arranque manual + Septoria + monitoreo. Riesgo: gastar millones y que la planta regrese con el viento.
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Convivencia vigilada: limitar la calcosa en áreas críticas y redirigir fondos a adaptación climática y educación ambiental. Riesgo: normalizar su avance y perder nichos endémicos.
Una decisión que no cabe en un titular
Mientras el sol se esconde tras Montañas del Fuego, la calcosa reverbera en verde contra el basalto. No late, pero respira, y la pregunta queda flotando:
«¿Podemos permitirnos combatirla eternamente, o conviene ya pactar con ella —y con el futuro climático— otro tipo de paz?»