Una lección inesperada en salud cardíaca: Mi encuentro con la emergencia en el gimnasio
S. Calleja
La vida tiene una forma peculiar de recordarnos que, en medio de nuestra rutina y comodidad, existen imprevistos que pueden cambiarlo todo en un instante. Estos eventos nos enfrentan a la cruda realidad de nuestra propia ignorancia y la importancia de adquirir conocimientos que, aunque parezcan irrelevantes, pueden llegar a ser vitales.
Hoy, deseo compartir una experiencia personal que ilustra este punto. Tras finalizar mi programa en la radio Elpejeverde, como es mi costumbre, me dirigí al gimnasio en el Barrio del Pilar, en Madrid. Allí, en los vestuarios, mientras me preparaba para una clase, presencié una escena que me marcó profundamente. Un hombre, ubicado justo a mi derecha, cayó desplomado al suelo, como un tronco de árbol derribado. Mi primera reacción fue de confusión y torpeza, pero rápidamente mi intuición me sugirió que se trataba de un ataque al corazón.
A mi lado, un desfibrilador colgaba en la pared. Ese aparato que tantas veces hemos visto pero rara vez nos hemos detenido a entender cómo funciona. Confieso que, en ese momento crítico, no se me ocurrió utilizarlo, pensando que tardaría más en leer las instrucciones que en buscar ayuda. El hombre, de una edad cercana a la mía, yacía inconsciente, sin respirar.
En ese estado de shock, pedí auxilio, y como si surgieran de la nada, tres mujeres, que resultaron ser médicas, aparecieron en el vestuario. Observé, paralizado, cómo realizaban las maniobras de reanimación con una habilidad y conocimiento que yo no poseía, utilizando el desfibrilador con una eficiencia que yo no habría podido igualar.
La rapidez de su actuación fue impresionante, aunque desconozco si lograron salvar la vida de aquel hombre. La ambulancia llegó rápidamente, pero según pude conversar con una de ellas, la situación era grave. Esta experiencia me ha llevado a reflexionar sobre la importancia de prestar atención a las enseñanzas que la sociedad y diversas instituciones nos ofrecen. No se trata solo de aprender a manejar aparatos como el desfibrilador, sino también de adquirir conocimientos en primeros auxilios y reanimación.
Enfrentarse a una situación de vida o muerte puede ser abrumador, especialmente cuando uno no está preparado para actuar. A veces, todo lo que podemos hacer es pedir ayuda, pero ¿qué pasaría si fuéramos nosotros quienes pudiéramos brindar esa ayuda vital? Este incidente me ha demostrado que nunca se sabe cuándo podríamos encontrarnos en una posición donde nuestro conocimiento o falta de él podría significar la diferencia entre la vida y la muerte de alguien.
Esta no es la primera vez que me encuentro con una situación de emergencia, pero nunca había sido tan cercana y personal. La persona a la que saludé con un "buenos días" momentos antes, se desplomó ante mis ojos, dejándome con un profundo impacto y una lección valiosa. Es esencial que, como sociedad, promovamos y facilitemos el aprendizaje de habilidades de primeros auxilios y el uso de herramientas de emergencia. No solo para estar preparados para ayudar a los demás, sino también para enfrentar con mayor confianza y competencia esos imprevistos que la vida, sin previo aviso, nos presenta.