lunes, 03 noviembre 2025

Presupuestos 2026: mismo papel, dos relatos

S.Calleja

En Canarias los presupuestos llegan como llega la calima: cada cual los siente a su manera y todos discuten si lo que ven es polvo u horizonte. Este año, con el proyecto de 2026, Coalición Canaria ha salido al terrero con la sonrisa de quien enseña las llaves del coche nuevo: 147 millones para Lanzarote y La Graciosa, tercera isla en inversión, un crecimiento que, dicen, supera la media del Archipiélago. “Récord histórico”, proclaman, como si la palabra “récord” pudiera empicharlo todo. Nueva Canarias, desde el banco contrario, mira el mismo papel y ve otra película: Lanzarote sería quinta en el ranking de aumentos, por detrás de islas con menos población; lo urgente —sanidad, vivienda, sostenibilidad— queda mal servido; y las promesas vuelven a aplazarse, como esas obras que siempre empiezan en campaña y nunca acaban en invierno.

La discusión es menos metafísica de lo que parece y más doméstica de lo que nos gusta admitir. Depende del metro con el que se mida. Si uno atiende al volumen total, sale un titular de fiesta; si mira el incremento relativo, asoma el gesto torcido. Si repara en la foto general, se aplaude; si se acerca al detalle, se protestan las ausencias: remodelación del Hospital Insular que no aparece, centros de salud en Argana Alta y Playa Honda que vuelven a verse de lejos, PAC de Mala sin horizonte, helicóptero medicalizado que se queda en tierra, vivienda pública menguante de un año a otro. Nadie miente del todo y nadie dice toda la verdad: cada cual alumbra la parte del cuadro que favorece su relato. Gobiernas y exhibes potencia; opositas y señalas goteras. En Lanzarote, además, hay un matiz que cualquiera que haya hecho cola en el médico entiende sin gráficos: el éxito no está en el número prometido, sino en la silla libre y el especialista que te atiende a tiempo.

Lo interesante —y lo más incómodo— es que ambos relatos pueden ser ciertos a la vez. Puede haber más dinero y, al mismo tiempo, menos certezas en lo que duele. Puede existir un “récord” y, a la vez, quedarse fuera lo que la gente considera urgente. La política vive de administrar estas paradojas: CC pide paciencia para ejecutar, NC exige precisión en lo que falta. Al lector, que paga y espera, le toca una tarea menos vistosa pero más útil: hacerse su propio cuadro de mandos. Preguntarse qué indicador le importa —el volumen, el reparto, la obra empezada, la obra terminada— y juzgar con ese criterio cuando llegue la hora. Entre el eslogan y la cola de Urgencias, la realidad suele escoger el camino del medio: el del papel que promete y la ejecución que decide.

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