Basura en la puerta del mercado: la primera foto de Haría
Foto Elpejeverde.com.Lunes 6 de octubre
S.Calleja
No hace falta darle muchas vueltas: a la entrada del mercado de Haría, por el acceso desde el aparcamiento, hay un rincón convertido en basurero improvisado. Colchones viejos, sábanas de lunares, trozos de una valla amarilla, latas abolladas y una alfombra gruesa de hojas de eucalipto. Un turista nos escribe y manda fotos: “Espantosa imagen para los visitantes en el acceso al mercado de Haría desde el parking. Así meses, tela marinera…”. Añade que “da pena” verlo en un pueblo tan pequeño y en un lugar tan público. La verdad: sobran adjetivos; las fotos hablan solas.
Ese portón te mete de golpe en la Plaza León y Castillo, el corazón del municipio y escenario del mercadillo de los sábados. De media mañana a primeras horas de la tarde se oye el timple, huele a pan reciente y mojo, y se mezclan las guaguas de visitantes con la gente del valle. Y es que el mercado es rutina y escaparate a la vez: queso, papas, verduras del norte, cuero trabajado a mano… y ese toquito de calma que promete Haría.
No es un rincón cualquiera, además. Por esa puerta entra buena parte del gentío que viene del parking y en dos pasitos se planta en la plaza. El mismo entorno acoge conciertos, verbenas, Navidad y hasta festivales de circo. Primera postal del pueblo, vaya. Y ahora mismo, la postal sale torcida.
El lector asegura que la acumulación “lleva meses”. No podemos poner fecha exacta, pero cualquiera ve lo que hay: plástico, madera y hojas bajo los troncos. A dos metros, el trajín normal de un sábado: toldos, sombras y bolsas de tela. El contraste pica; como si al zaguán de una panadería le oliera a gasoil.
¿De quién es ese terreno, municipal o privado? Importa para repartir responsabilidades, claro. Pero el efecto es el mismo para quien llega: Haría presume de artesanía, kilómetro cero y sosiego; no puede dar de bienvenida un basurero . Además, esto no pide un plan estratégico: pide una limpieza a fondo ya, un repaso antes de abrir y un control periódico del acceso desde el aparcamiento. Lo obvio.
No hablamos de grandes obras. Hablamos de retirar residuos, revisar el riesgo —telas y hojas seca bajo eucaliptos con calor es mala mezcla—, colocar un aviso claro de “prohibido depositar” y cortar la reincidencia. Si es privado, que el Ayuntamiento requiera a su titular; si es público, que actúe el servicio que toque. Y, por favor, que no se haga costumbre. Porque la primera impresión cuenta, y mucho: que la gente vea el mercado, no el basurero.