¿Quién engaña a quién: ¿Zapata al Cabildo o el Cabildo al conejero? “Se mantiene la superficie”, dice Zapata
Consejero , Mariano Hernández Zapata
S. Calleja
La tesis es clara: mientras el Gobierno de Canarias presume de tener “treinta y pico kilómetros cuadrados” listos para las Zonas de Aceleración de Renovables (ZAR), el Cabildo de Lanzarote repite que hubo “error” en los mapas y que el procedimiento se reinicia. Dos relatos que se pisan, una sola isla por medio. Y es que, si todo estaba tan consensuado en julio, ¿por qué en septiembre hablamos de planos equivocados y en octubre aún discutimos el tamaño del bicho? La verdad es que el debate no va solo de placas y molinos: va de coherencia, de paisaje y de quién se queda con la llave de la luz.
El número no es pequeño ni abstracto: “treinta y pico” kilómetros cuadrados significa más superficie que todo Arrecife. Además, no hablamos de un manchón perdido, sino de puntos “esparramados” por la geografía conejera: La Santa–Caleta de Caballo, Tinguatón–La Degollada, Playa Blanca, la zona turística de Puerto del Carmen, la periferia de Arrecife y el norte entre Arrieta y Tabayesco. Imagínese el lector abriendo la ventana un día de alisio y viendo un tablero de paneles donde ayer pastaba silencio. No es fobia a la renovación; es sensatez insular.
El Cabildo asegura que ha peleado para recortar, corregir y acotar. Dice que en siete tandas se bajó la ambición de los mapas y que lo publicado no era lo pactado. El Gobierno responde que apenas hubo unos planos mal colgados y que la cifra global no cambia. A estas alturas, más que un baile de versiones parece una guagua que va y viene sin paradas claras.
Hay quien dirá: “Europa nos empuja, hay que acelerar”. Vale. Nadie discute la transición. Pero acelerar no es lo mismo que pisar a fondo sin mirar el retrovisor. Lanzarote no es un polígono en mitad de la nada; es un territorio frágil que ha hecho del paisaje un modo de vida. Si de verdad bastaba con una porción mínima para cumplir objetivos, ¿por qué dibujar tanto? Si el camino es el autoconsumo, ¿por qué poner la alfombra al macro parque antes que a las cubiertas de naves, colegios y edificios públicos? Además, ¿de qué sirve la prisa si el trazado está borroso?
La voz incómoda
Aquí entra Pedro Hernández, que no pierde el hilo ni la puntería en declaraciones a Elpejeverde.com tras conocer la última de Zapata:
“Insiste el consejero del Gobierno de Canarias… en que en Lanzarote las ZAR son treinta y pico kilómetros cuadrados… más que la superficie de Arrecife… y esparramadas por toda la isla, en La Santa–Caleta de Caballo, Tinguatón–La Degollada, Playa Blanca, Puerto del Carmen, la periferia de Arrecife y en Arrieta–Tabayesco. No sabemos el nivel de connivencia del Cabildo… ya hay una propuesta de un millón de metros cuadrados entre Arrecife y San Bartolomé para robar el suelo y regalar el viento y el sol.”
Y remacha con preguntas que son dardos:
“La estrategia… la autora intelectual es la viceconsejera Julieta Schallenberg: un modelo centralizado de grandes parques eólicos y fotovoltaicos. Fuerteventura y Gran Canaria son las islas sacrificadas con barrancos y presas al servicio del oligopolio. Ahora lo quieren validar con las Zonas de Aceleración de una directiva europea aún sin trasponer. Y rematan con un modelo de redes firmado en Madrid que prioriza la evacuación de esos parques antes que el vertido de excedentes de los vecinos.”
“¿Para qué se necesita en Fuerteventura más suelo si ya han adjudicado muchísima potencia, muy por encima de la demanda? ¿Para qué romper en Lanzarote una dinámica de no permitir macro parques privados? ¿Por qué no optar por el ahorro y la eficiencia? ¿Por qué el Cabildo, los ayuntamientos y el Gobierno no cubren sus propias cubiertas con placas y baterías? ¿Por qué las redes no se exigen para el modelo descentralizado?”
Hoy, lo único acelerado es el ruido. La isla no necesita épica, necesita método: definir con precisión dónde sí, dónde no y por qué; cerrar un plan insular de autoconsumo con objetivos medibles; y fijar por escrito cuánta capacidad de red se reserva para vecinos, pymes y comunidades. Lo demás es pedirle al paisaje que pague los platos rotos. Y aquí, conejero, ya sabemos cuánto cuesta recomponer una postal cuando se rompe.