Arrecife se ahoga porque el agua baja sin ley desde Zonzamas
Pejeverde
La imagen que abre esta crónica —captada por un dron de Protección Civil de Arrecife— muestra, sin filtros ni dramatismos añadidos, uno de los principales culpables de las inundaciones que azotan cíclicamente a la capital lanzaroteña. En el centro de la fotografía, un cauce terroso serpentea entre campos de cultivo y viviendas improvisadas. A un lado, una zanja sin canalizar deja entrever el paso del agua que baja desde los altos de Zonzamas y Montaña Mina. Al fondo, como si nada, Arrecife duerme al borde del mar, ajena a su desgracia geográfica.
Crónica | Los barrancos sin ley: la capital que se ahoga desde arriba
En Arrecife, cuando llueve fuerte, el agua no solo cae del cielo: baja también en tromba desde los barrancos de la periferia. Y no hay red de pluviales urbana que aguante si esos torrentes siguen sin ser encauzados. Esta fue la escena de este fin de semana, cuando más de 70 litros por metro cuadrado colapsaron la capital de Lanzarote. Desde Tahíche se sumaron otros 100, arrastrados por los cauces naturales de Zonzamas y Montaña Mina. El resultado: calles anegadas, casas inundadas y barro, mucho barro, en el corazón de la ciudad.
El alcalde de Arrecife, Yonathan de León Machín, se plantó este lunes en Argana Alta —zona cero de la catástrofe— para exigir al Consejo Insular de Aguas de Lanzarote que actúe. Lo hizo acompañado del concejal de Seguridad y Emergencias, Kevin Cortés, del coordinador de Protección Civil, Marcos del Rosario, y del ingeniero jefe de Obras, Santiago Aristu Caballero. “Si los barrancos de Montaña Mina y Zonzamas siguen como hasta ahora, volverán más inundaciones”, advirtió el primer edil.
Un barranco no se tapa con buenas intenciones
No es una advertencia nueva. Los vecinos de Argana Alta, un barrio al que parece que el urbanismo llegó por accidente, ya han vivido esto antes. El problema es que la geografía no perdona: Arrecife está al nivel del mar, en una antigua desembocadura, y todo lo que cae en San Bartolomé o Teguise termina aquí. Sin encauzar esos barrancos, cualquier red urbana se convierte en papel mojado.
Santiago Aristu, ingeniero municipal, fue claro: hay obras de pluviales en marcha, otras planificadas, pero sin controlar el agua que viene “aguas arriba”, todo esfuerzo es inútil. Recordó que hace una década se canalizó parte del cauce hasta Argana, pero la solución fue parcial. Hoy, con más viviendas, más asfalto y menos tierra que absorba, el agua baja más rápido y más sucia.
El vuelo de los drones no miente
Durante la comparecencia, Marcos del Rosario mostró imágenes aéreas captadas con drones de Protección Civil. En ellas se observa con nitidez cómo los barrancos —sin canalización, sin freno— arrastran agua y lodo desde las alturas hasta el casco urbano. Es el mismo recorrido de siempre, el mismo que está recogido en el Plan de Emergencias Municipal (PEMU), ese documento técnico que nadie parece releer hasta que se inunda una casa.
La historia se repite. Pero esta vez, el agua no ha dejado espacio para excusas.
La solución no es levantar Arrecife y mudarla
“El barrio de Argana Alta, o el centro de Arrecife no se pueden levantar y cambiar de sitio”, dijo el alcalde. Tiene razón. Lo que sí puede cambiarse es la manera de enfrentar un problema viejo que, por falta de decisión institucional, sigue fresco como el barro que anega las aceras tras cada tormenta.
El Consejo Insular de Aguas —ente adscrito al Cabildo— tiene entre sus competencias la gestión de cauces y obras hidráulicas. También la “policía de aguas”, una expresión que suena más a serie de ciencia ficción que a realidad canaria. Pero la realidad es esta: si no se encauzan los barrancos, la capital seguirá inundándose.
Una ciudad que vive al límite de su nivel
Arrecife no puede seguir dependiendo del buen tiempo. Mientras los cauces naturales sigan sin regularse, cada tormenta será una amenaza. Y cada alcalde tendrá que volver a Argana Alta a dar la cara. El agua no entiende de competencias, pero la responsabilidad sí.