Cuando el Ayuntamiento funciona, los perros sobreviven
Foto del antes y el después. Ayuntamiento Arrecife
S.Calleja
Durante semanas, Mency fue apenas un espectro. Un perro de mirada caída, costillas marcadas como un mapa del hambre y patas temblorosas que apenas le sostenían en pie. Cuando lo rescataron, en febrero de 2025, lo único que conservaba intacto era la capacidad de mirar a los ojos, aunque lo hiciera con miedo.
Las imágenes hablan por sí solas: un animal rodeado de basura, huesudo, desprotegido, más cerca de la muerte que de la vida. Lo encontraron en una vivienda de Arrecife gracias a la Unidad de Protección Animal y Medio Ambiente (UPAM) de la Policía Local. No fue una redada gloriosa ni una operación de película. Fue una actuación silenciosa, urgente, de las que no ocupan titulares... salvo que se mire con el corazón.
El caso de Mency es la excepción que confirma que aún hay funcionarios que creen en su trabajo. Que no todo está perdido. Que las instituciones, cuando funcionan, salvan vidas. Porque tras el rescate no vino la indiferencia, sino el trabajo coordinado. El Centro de Protección Animal de Arrecife —ese que a menudo sobrevive con recursos escasos y cariño infinito— lo acogió, lo curó, lo alimentó y, lo más difícil, lo devolvió a la vida.
Hoy, apenas dos meses después, Mency salta. Corre. Busca mimos. Juega con un cuidador que ya no es una amenaza, sino un aliado. Ha recuperado peso, fuerza y, sobre todo, confianza. Confianza en las personas, en los gestos pequeños, en las manos que acarician en lugar de golpear.
El concejal de Bienestar Animal, Jacobo Lemes, ha puesto nombre propio al milagro. Ha reconocido públicamente al personal del centro y a la UPAM. No lo ha hecho con autobombo, sino con la humildad de quien sabe que esta vez sí, el engranaje funcionó.
En un tiempo donde la desidia suele campar a sus anchas y los casos de maltrato animal se repiten como si fuesen parte del paisaje, Mency es la prueba de que se puede. Que cuando hay voluntad, cuando hay profesionalidad, cuando hay humanidad, los finales pueden escribirse de otra manera.
Mency no entiende de decretos ni de notas de prensa. Solo sabe que estuvo a punto de desaparecer, y que ahora corre con el pecho en alto. Él no es una estadística: es un cuerpo con cicatrices y un alma en reconstrucción. Y su historia no debería ser la excepción. Debería ser el estándar.