La herencia de Don Julio Blancas sigue viva en la colombofilia de Lanzarote
S.Calleja
Ayer, en el Club Colombófilo Ondas de Lanzarote, se llevó a cabo una vez más la entrega de trofeos que marca el cierre de la temporada de colombofilia en la isla. Un evento que, lejos de ser una simple ceremonia, se ha convertido en un acto de reconocimiento al esfuerzo colectivo, al carácter y al sentido de pertenencia de una comunidad comprometida con sus raíces. Y en medio de toda esta celebración, un nombre resuena con fuerza: Don Julio Blancas.
Mi abuelo, nuestro abuelo, fue más que un mecenas. Fue un hombre que entendió la vida como un acto de responsabilidad hacia los demás, una suerte de pacto no escrito con su tierra y su gente. Nacido en Tenerife, su vínculo con Lanzarote fue de amor y respeto hacia una tierra donde consiguió desarrollar su visión empresarial y personal. Don Julio Blancas, patriarca de una familia lanzaroteña, fue un destacado empresario agrícola. Sus fincas en la isla albergaban diversos cultivos, incluyendo tabaco. Su compromiso con la colombofilia no fue un gesto grandilocuente, sino un reflejo natural de su amor por Lanzarote y por las tradiciones que dan sentido a la isla. En cada suelta de palomas, en cada tarde compartida entre aficionados, estaba su huella: la de alguien que supo ver el valor de lo sencillo y de lo perdurable.
Foto. Julio Blancas en el centro de la imagen
Ayer, en la entrega de premios, uno de sus biznietos, Aray, estuvo presente acompañado por su padre, Zonzamas. Es imposible no sentir cierto orgullo al ver cómo la tradición de los premios que llevan el nombre de nuestro abuelo sigue viva y, más aún, cómo las nuevas generaciones continúan entendiendo lo que este legado significa.
Foto. Anoche entrega de premios
No se trata de nostalgia ni de la adoración hacia una figura familiar mitificada. Mi abuelo era un hombre de carne y hueso, con sus virtudes y defectos, pero, sobre todo, con una capacidad inmensa de conectar con los demás. La entrega de premios en su honor es, más bien, un recordatorio de que lo que él comenzó en los años 50-60 sigue teniendo sentido hoy en día. Es una reafirmación de nuestra voluntad de seguir contribuyendo al desarrollo de este deporte, de mantener viva una tradición que va más allá de los trofeos y las competiciones: es, en realidad, la reafirmación de nuestra identidad.
Trofeo donado por herederos de Julio Blancas.
El premio Don Julio Blancas no es solo un reconocimiento a los mejores en la colombofilia. Son, también, una forma de honrar el valor del compromiso personal, de la dedicación silenciosa y de la capacidad de construir algo que permanezca. Y ayer, al ver a Aray, acompañado por su padre Zonzamas, sosteniendo ese trofeo, sentí que mi abuelo, desde algún lugar, estaría satisfecho. No por la gloria ni por la pompa, sino porque, a través de nosotros, su amor por esta tierra sigue vivo y sigue haciendo ruido, de la forma más silenciosa posible.