miércoles, 30 abril 2025

La Pausa' en la A6: Un ejemplo del desafío de viajar con mascotas en España

Foto ayer.

S Calleja 

 

En pleno siglo XXI, viajar en coche no es una mera cuestión de desplazarse de un punto a otro. Es un ritual, una experiencia. Y para muchos, es una experiencia que se comparte con nuestros fieles compañeros: nuestras mascotas. Sin embargo, aún hay lugares donde, en medio de la modernidad y la comodidad de nuestras autovías, encontramos trabas insólitas que nos recuerdan a tiempos pasados.

Ayer me sucedió algo que, siendo honestos, no esperaba encontrar en un país europeo con una cultura de aceptación y amor hacia los animales. En 'La Pausa' del kilómetro 119 de la A6, una gasolinera y restaurante entre Ávila, Segovia y Madrid, me encontré con el sinsentido de no poder entrar con mi mascota a descansar y consumir. Es un lugar estratégico, confluencia de viajeros que buscan una pausa antes de continuar con su trayecto. Sin embargo, allí, justo en el corazón de la península, uno no puede compartir ese descanso con su compañero de cuatro patas.

La cuestión no es simplemente sobre el inconveniente de no poder disfrutar de un menú, de unas tapas o de un café. Es mucho más profundo. Se trata de la seguridad y el bienestar de nuestras mascotas. Durante las estaciones extremas, como el calor del verano o el frío del invierno, dejar a una mascota en el coche no es solo irresponsable, es peligroso.

Me pregunto cómo es posible que en una era donde promovemos la sostenibilidad, el respeto y la integración, se concedan licencias a establecimientos en zonas clave de tránsito que no permitan la entrada de animales de compañía. Es un atraso y una falta de empatía.

Además, y esto no es menos relevante, la prohibición trae consigo problemas colaterales, como el impacto medioambiental negativo. Si no se permite el acceso al baño, las personas se ven obligadas a aliviarse en los alrededores, algo que, aparte de ser un desagrado visual, es perjudicial para el entorno.

Hago un llamado a los que quieran compartir este artículo y la posibilidad que alguien ayude a revisar las licencias concedidas ya incentivar, si no exigir, que estos lugares sean inclusivos. No es solo una cuestión de negocio, es una cuestión de ética y responsabilidad social. Es hora de que nuestras carreteras y lugares de descanso sean reflejo de la sociedad tolerante y avanzada que queremos ser. Ah, por cierto, no escribo contra el negocio, escribo contra quienes le permiten ese derecho.

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