domingo, 01 junio 2025

Más andaluces en Canarias que canarios en Andalucía: ¿justifica la diferencia en las celebraciones?

S.Calleja

Hoy, 30 de mayo, es el Día de Canarias. Y mientras por ahí suenan chácaras, isas y folías, uno aquí en Lisboa —donde, como dirían por estas tierras, não é feriado— aprovecha este día supuestamente de relax para escribir estas líneas. Eso sí, con la inestimable colaboración de San Google, patrono de los curiosos modernos, que me ha echado una mano en esta pequeña pesquisa transatlántica.

Antes de que alguien empiece a levantar la ceja, conviene aclararlo desde el principio. Esto es como cuando te insinúan —con ese tonillo inquisitorial y cabrón tan de retorcido desconfiado— si eres homófobo, y uno, un poco incómodo, se defiende con el clásico: “¡Oiga, que yo tengo muchos amigos homosexuales!”. Pues bien, vaya por delante: yo tengo muchos amigos andaluces. Y los quiero. Pero eso no me impide, precisamente porque los quiero, señalar ciertas asimetrías que se dan en esta relación sentimental, política y festiva entre Canarias y Andalucía.

Cada año, tanto en Arrecife como en San Bartolomé (especialmente en Playa Honda), se celebran con entusiasmo importantes ferias y eventos con motivo del Día de Andalucía. Bajo diferentes administraciones municipales, se han destinado recursos generosos para honrar esta fecha, con un despliegue de actividades culturales, gastronómicas y festivas que reflejan, en el mejor de los casos, esa hermandad que tanto nos gusta proclamar.

Sin embargo —y aquí es donde San Google ha hecho su milagro— he rastreado con paciencia los 785 ayuntamientos y las 8 diputaciones de Andalucía, por si acaso algún entusiasta andaluz hubiera decidido devolver el gesto y celebrar el Día de Canarias. Pues bien: nada. Ni un banderín, ni un tenderete, ni un ron miel simbólico. La nada festiva. Como diría un viejo amigo: ni las migas.

Aunque es verdad que en Canarias viven muchos más andaluces que canarios en Andalucía, esta desproporción demográfica no debería servir para justificar semejante desequilibrio en el entusiasmo institucional. Porque al final, si hablamos de hermandad, las cuentas deberían cuadrar un poco mejor.

Es legítimo —y hasta sano— plantear si no deberíamos equilibrar un poco esta balanza. No por revancha ni por llevar el Excel de las celebraciones, sino por simple coherencia en esto de los gestos entre pueblos. Quizá haya llegado el momento de revisar cómo se administran los recursos públicos para estas festividades importadas, y preguntarnos si la reciprocidad —esa palabra tan bonita— también tiene cabida en el calendario.

En definitiva, no se trata de restar valor a la celebración del Día de Andalucía en Canarias, sino de abrir un espacio de reflexión sobre las prioridades, los gestos y la forma en que se construyen y refuerzan los vínculos entre comunidades. Porque el afecto sincero, como todo en la vida, también necesita de cierta simetría.

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