Cuando el camello fue tractor y la lava, escuela: homenaje en Yaiza al corazón del malpaís
Pejeverde
En Uga, cuando la brisa arrastra el olor del picón y el eco de los camellos todavía parece rasgar la memoria de la tierra, Yaiza se prepara para celebrar no solo el paisaje que la rodea, sino el alma que la habita. El Parque Nacional de Timanfaya cumple medio siglo de historia oficial —que no es lo mismo que cumplir 50 años—, y para cerrar su aniversario ha decidido mirar hacia adentro: hacia el municipio que lo ha sostenido, cuidado y sufrido desde mucho antes de que existiera el concepto de "parque".
El ‘Homenaje a Yaiza’, que tendrá lugar los días 27 y 28 de junio, no es otra cosa que un acto de justicia poética. Durante dos jornadas, Uga será el escenario donde se fundan la educación ambiental, la música tradicional, el mercado agrícola y el recuerdo. Porque aquí, en este rincón del sur de Lanzarote, las erupciones no solo modelaron el terreno: moldearon a su gente.
El viernes, en el Centro de Interpretación del Camello, se evocará la historia de tres elementos esenciales en la relación entre Yaiza y Timanfaya: las higueras de Tremesana, que nacen contra toda lógica en socos de lava y sirven de nido a aves resistentes; la sal de Janubio, herencia del mar y del puerto sepultado por la furia de 1730; y el camello, criatura indomable que, más que símbolo turístico, fue herramienta vital para la agricultura en los campos de arena volcánica.
No es un acto de folclore vacío. Es un relato encarnado, donde cada homenajeado encarna una forma de habitar el volcán. Sin discursos grandilocuentes, pero con el peso de lo vivido, se celebrará a personas cuyas biografías están hechas de lava, sal y paciencia.
El sábado, la plaza de Uga será un laboratorio de memoria colectiva: mercado agrícola desde las 10:00, ventorrillos, actuaciones musicales y una apuesta por la educación ambiental intergeneracional que, en lugar de adoctrinar, juega. Literalmente. Habrá un rosco de Pasapalabra a las 12:30, un juego de mímica a las 15:00, un “cofre de los sentidos” a las 16:00 y un Memory adaptado a la historia natural de Timanfaya a las 17:00. Juegos, sí, pero con propósito: que la próxima generación sepa que en Yaiza, jugar también es recordar.
Y el domingo 29, como si la vida siguiera sin pretensiones institucionales, volverá a abrir el mercado de Uga. Porque los homenajes acaban, pero la tierra sigue. Sigue latiendo, sembrando, respirando entre los surcos del malpaís.
Yaiza: el primer testigo
Más allá del calendario festivo, la relación entre Yaiza y Timanfaya es tan profunda como las grietas que dejó la lava. Lo sabía el párroco Lorenzo Curbelo, que en 1730 narró con un rigor casi científico la erupción que sepultó aldeas y redibujó la geografía insular. Gracias a él, hoy sabemos no solo lo que pasó, sino cómo lo vivieron.
El 14% del municipio está dentro del Parque Nacional. Y desde Yaiza arranca también la ruta de Tremesana, una de las más bellas del parque, donde la lava no es solo un resto geológico, sino una piel con historia.
Este homenaje no es solo un reconocimiento institucional. Es un reencuentro. Un volver a mirar al volcán no como un decorado para postales, sino como un padre severo y generoso, que ha definido el carácter, la estética y la economía del municipio más volcánico de Canarias.
Aquí, donde se cosecha sal entre los recuerdos, donde crecen higueras entre la ceniza y los niños aprenden jugando con la historia geológica, Timanfaya no es un parque. Es una herencia viva.