Residencia de la Cruz Blanca: el eco de un sueño que se negó a morir

María Jesús Tovar
Vicepresidenta y consejera de Hacienda
Llegué a la Consejería de Hacienda y Contratación en 2023 con la mayor de las energías y, sobre
todo, el sentimiento de responsabilidad más grande que se puede tener en la política insular:
gestionar la economía para que repercuta positivamente en el beneficio del conjunto de los vecinos
y vecinas de Lanzarote y La Graciosa. Y eso trato de hacer en todo momento.
En unos días en los que la actualidad nacional pasa por la sucesión de escándalos que rodean al
gobierno socialista de Pedro Sánchez, en medio de una espiral de corrupción, detenciones,
extorsiones, escándalos machistas, excesos y abusos repugnantes, resulta reconfortante encontrar
motivos para la esperanza a escala local. Frente al hastío y la sensación generalizada de descrédito
institucional, me quedo con la magnífica noticia que supone para esta isla el inicio de la conocida
por todos como Residencia de la Cruz Banca, en Altavista. Un proyecto que habla de cuidado,
dignidad y compromiso con los más vulnerables y que, como tantos otros en Lanzarote, ha estado
durmiendo el sueño de los justos durante décadas hasta que, por fin, salen de las gavetas y
comienzan a andar.
Quienes me conocen saben que no soy de las que se dan codazos para salir en la foto ni de las que
se ponen medallas ajenas. Creo en la política como un servicio público y como una oportunidad
para dejar mejor aquello que encontramos. Prefiero trabajar en equipo, sin aspavientos, y quedarme
con la satisfacción que produce el deber cumplido y la serenidad que deja saber que el esfuerzo ha
valido la pena porque hará más fácil y mejor la vida de muchas personas.
Una de esas ocasiones fue, sin duda, la puesta en marcha del comedor social en Arrecife durante el
pasado mandato con Astrid Pérez, y ahora la recuperación de la originaria e inconclusa residencia
de la Cruz Blanca que, gracias a la financiación del Cabildo y de la mano de la Diócesis de
Canarias, se transformará en un centro de atención integral modélico. Y sí, no voy a esconder que
me emociona ver cómo, dieciséis años después de haber colaborado en esta causa, renace un
proyecto que nunca debió caer en el olvido.
Aún recuerdo las movilizaciones, las puertas que se tocaron y no se abrieron o la ilusión con la que
organizamos aquel bingo benéfico, allá por el 2008, con la esperanza de que la suma de granitos de
arena anónimos se convirtieran en una montaña. Pero no pudo ser, y muchos de los que por
entonces se volcaron en aquella causa común ya no están con nosotros.
Esa espinita se quedó clavada desde entonces y cuando hace apenas un año el arquitecto Martín
Martín llamó a la puerta, supe que era el momento, que la vida nos estaba ofreciendo una segunda
oportunidad para enmendar un fracaso, reavivar aquel sueño colectivo y convertirlo, al fin, en
realidad.
Y es aquí que quiero agradecer expresamente al excepcional equipo humano de la Consejería de
Hacienda y Contratación su compromiso con este proyecto y la implicación personal y profesional
que han puesto para conseguir la financiación económica necesaria para llevarlo cabo. Y créanme si
les digo que no es nada fácil arañar 8 millones de euros para una obra que no figuraba en los
presupuestos.
Sin duda ese vínculo silencioso del “ahora o nunca”, ese ultimátum silencioso, fue clave para
lograra dotar económicamente al nuevo proyecto de la residencia, al que finalmente se han sumado
dos millones más. En total 10 millones de euros, de fondos propios del Cabildo, que permitirán
transformar el edificio abandonado de Altavista en un moderno centro insular de atención integral
de 7.000 metros cuadrados con residencia para nuestros mayores dependientes, centro de día,
viviendas de emergencia, comedor social y un centro de formación ocupacional, entre otros
servicios. Si todo transcurre como está previsto, el proyecto estará funcionando previsiblemente en
2028.
Tras dieciséis años, cuatro legislaturas y un sinfín de cambios socioeconómicos, este espacio nos
recuerda que los sueños colectivos no mueren, que solo duermen hasta que la voluntad política y
social los despierta.
Por ellos.
Por quienes siempre creyeron en el proyecto y su necesidad.
Por las personas que requieren cuidados especiales y por sus familias.
Porque porque cuidar de nuestros mayores no es una opción sino una responsabilidad compartida.