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Tomás carga contra los "ultraricos hoteleros" de Tías: marketing con fecha de caducidad

Pejeverde

En Tías, el gobierno ha descubierto la piedra filosofal: basta con llamar en su última nota de prensa “ultra ricos hoteleros” a quienes levantan camas, pagan nóminas y sostienen media cadena de proveedores para que la reforma del IBI suene a justicia de cara al electorado. El PSOE de Lanzarote lo vende así: los vecinos por un lado y, al otro, los “ultra ricos” que se forran en primera línea de playa. Aplauso fácil, foto sonriente y problemas resueltos. Pena que la vida municipal no funcione con este tipo de medias verdades.

El comunicado, firmado por Tomás Silvera Cabrera, concejal de Hacienda del Ayuntamiento de Tías, asegura que el nuevo IBI es “lo más parecido a una tasa turística”. Traducido: no tenemos tasa, pero necesitamos un relato. Y el relato siempre arregla una rueda de prensa, aunque no arregle ni el saneamiento, ni el planeamiento, ni la vivienda. Es más sencillo señalar al “ultra rico hotelero” que explicar cómo se va a ejecutar la reforma, cuánto rendirá en caja, qué límites tiene, qué plazos reales maneja el Ayuntamiento y en qué se gastará cada euro. Porque “compensar el coste social y medioambiental” suena estupendo, pero el presupuesto se mide en partidas, no en adjetivos.

La demagogia es cómoda: separa a Tías en dos mitades morales —los buenos vecinos y los “ultra ricos”— y así cualquiera gobierna un rato. El problema es que esos “ultra ricos”, con todos sus defectos, son quienes dan trabajo y economía al municipio: camareros, cocineros, mantenimiento, lavanderías, taxis, guaguas, pequeños talleres, imprentas, panaderías, empresas de excursiones… Toda esa red que no sale en la foto también paga impuestos. Y, por cierto, son los mismos que luego se sientan a reunirse con quienes firman notas de prensa contra ellos, para negociar horarios, licencias, patrocinios de fiestas y cortes de calle. La vida real cabe mal en el eslogan.

Según Amado Vizcaíno (Coalición Canaria en el municipio), el mismo Ayuntamiento que presume de estar “al lado del pueblo” mira con cariño un proyecto privado “de bar de lujo con piscina” en el antiguo minigolf del Hotel San Antonio, y guarda en el cajón el Plan General que permitiría construir vivienda residencial mientras acelera el plan de modernización hotelera. Según esta persona, también han desaparecido zonas infantiles sustituidas por terrazas, y la piscina municipal lleva cerrada desde que la tele era en 4:3. Si el discurso es “con los de abajo”, convendría que el urbanismo y las prioridades presupuestarias no parezcan “para los de arriba”.

No se trata de santificar a nadie ni de negar que haya abusos y desmanes en el sector. Se trata de dejar de jugar a los buenos y malos y empezar a gestionar. Si de verdad la reforma del IBI busca equilibrio, que se diga con claridad cuánto se recauda, en qué se invierte y qué resultados medibles tendrá en vivienda, limpieza, parques y transporte. Y, sobre todo, que el Ayuntamiento demuestre con hechos —no con etiquetas— que su prioridad es el vecino que busca alquiler, la familia que necesita una guardería y el barrio que pide mantenimiento sin tener que mendigar una foto.

Si de verdad se quiere “un municipio más justo”, que lo sea todos los días, también cuando no hay cámara. Con menos rótulos heroicos y más vivienda y horarios que se cumplan. Y, ya que vamos de sinceridades: si de verdad están tan lejos de los “ultra ricos hoteleros”, que dejen de demonizarlos por la mañana y de llamarles por la tarde. La coherencia también es un servicio público.

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