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Lanzarote: la única isla que frena el turismo… y convence al visitante

PEJEVERDE

En un archipiélago donde el turismo sigue desbordando estadísticas, Lanzarote ha decidido hacer algo poco habitual: no correr. La isla ha cerrado el primer trimestre de 2025 con un aumento moderado del 1,9% en la llegada de turistas. Frente a los ritmos más acelerados de Fuerteventura (+7,8%), Gran Canaria (+2,8%) o Tenerife (+2,1%), Lanzarote ha elegido crecer con cautela, o mejor dicho, con estrategia.

“Crecer menos no significa retroceder”, sentencia Oswaldo Betancort, presidente del Cabildo de Lanzarote y consejero insular de Turismo, con tono de quien defiende una convicción más que una cifra. “Queremos un turismo que respete nuestros recursos y mejore la vida de quienes aquí viven”.

El dato no es casual. Entre enero y marzo, la isla recibió 325.730 turistas, y lo hizo bajo una nueva lógica estadística. Por primera vez, Promotur ha incorporado el concepto de “turistas secundarios”: aquellos que, aunque llegan inicialmente a otra isla, terminan eligiendo Lanzarote como parte de su itinerario. Para Héctor Fernández, consejero delegado de SPEL–Turismo Lanzarote, este ajuste es clave: “Lo que puede parecer un matiz técnico, en realidad es un cambio sustancial. Nos permite medir de forma más justa el peso real de Lanzarote dentro del sistema turístico canario”.

Y no solo se trata de contar mejor, sino también de atraer distinto. El modelo lanzaroteño, cada vez más inclinado hacia la sostenibilidad, está logrando captar nuevos mercados. Mientras el turismo alemán muestra signos de retroceso, los visitantes italianos crecen un 29% y los neerlandeses un 23%. Más allá de las cifras, estos aumentos indican algo más profundo: hay un público que busca otra manera de viajar, y la encuentra aquí.

En las oficinas de Turismo Lanzarote se habla ya de "construir valor, no volumen". Se busca la cualificación del destino: menos turistas, pero más implicados; menos presión, pero más rendimiento. Una filosofía que choca con la inercia expansiva de otras islas y que convierte a Lanzarote en un experimento en marcha, con el territorio como protagonista y no como víctima.

Por ahora, los números avalan el modelo. Pero el verdadero éxito de esta contención no se mide solo en informes trimestrales, sino en la convivencia diaria entre quienes viven del turismo y quienes viven en la isla. Y ese equilibrio, tan frágil como esencial, es el que Lanzarote parece estar empezando a entender mejor que nadie.

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