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El arte de Manrique resiste, pero el clima recuerda que necesita cuidado

Foto.Elpejeverde.com.Ayer

Pejeverde

El fuerte viento que sopló con intensidad este martes en el norte de Lanzarote dejó una imagen llamativa y preocupante: una de las piezas del “Juguete del Viento”, la escultura móvil de César Manrique ubicada en la rotonda de Arrieta, se desprendió de la estructura principal y cayó al suelo.

Las imágenes, captadas por El Pejeverde.com, muestran cómo dos elementos metálicos del conjunto han quedado depositados sobre el terreno volcánico que rodea la base. A pesar de que la escultura fue restaurada recientemente, en julio de 2024, los efectos del clima y del paso del tiempo parecen haber hecho mella nuevamente en esta pieza tan representativa del legado manriqueño.

 

La intervención del año pasado incluyó una reparación a fondo, con la sustitución del rodamiento principal —originalmente adaptado a partir de un eje de camión en 1991— y una puesta a punto de su estructura. La intención era garantizar la rotación fluida de sus elementos y preservar su dinamismo, una de las claves estéticas del artista lanzaroteño.

Sin embargo, este nuevo incidente vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de mantener una vigilancia constante sobre este tipo de esculturas al aire libre. El clima lanzaroteño, con vientos frecuentes, salitre y amplitudes térmicas, exige una atención técnica continua. Y aunque no ha habido daños personales ni materiales de mayor gravedad, el suceso sí plantea preguntas sobre la frecuencia y profundidad de las labores de conservación.

 

El “Juguete del Viento” no es solo un elemento ornamental. Es parte del paisaje identitario de Arrieta y uno de los muchos ejemplos del diálogo entre arte y entorno natural que César Manrique dejó como legado. Por eso, su cuidado va más allá de lo estético: habla de cómo se gestiona, respeta y protege una parte esencial de la memoria cultural de la isla.

Desde las instituciones públicas se ha insistido en la importancia de conservar estas obras como patrimonio vivo, y es evidente que existen esfuerzos en esa dirección. Pero sucesos como el de ayer invitan a reforzar los mecanismos de supervisión y mantenimiento, no solo como respuesta puntual, sino como estrategia de protección a largo plazo.

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